Por Juan Pablo Ayala el 28 de junio, 2023 a la(s) 7:25 pm
La historia de nuestro mundo ha sido marcada de manera significativa por las revoluciones que se han dado en ella. Son sucesos que trascienden de tal manera que difícilmente se logra diluir sus efectos, al menos en períodos de tiempo cortos. Ya sean políticas, ideológicas, tecnológicas o morales; las revoluciones agitan las aguas de un estatus quo que parece ser cómodo para muchos, pero dañino y obsoleto para otros tantos.
Una revolución es parte de un proceso natural evolutivo de nuestra sociedad. La manifestación tajante de un cambio radical en el pensamiento y actuar de un ente colectivo víctima de sus propios métodos y sistemas. Una revolución representa la efervescencia de una inconformidad reprimida, pero siempre alimentada.
Así como nuestra sociedad cambia, el marketing y las marcas no son ajenas a dichos sucesos. El consumidor se rebela cada vez más contra las marcas tradicionales e ignora con un desdén más estridente sus primitivas formas de comunicación.
En tiempos actuales, para poder tener éxito, una marca debe formar su propia revolución. Es necesario que modifique radicalmente su forma de apreciar al mercado y, por tanto, de comunicarse con él. Debe ser autocrítica; desmenuzar sus elementos y atributos para encontrar el modo de ser realmente trascendental y estar a la altura de lo que se espera de ella. Marcar tendencias, romper paradigmas y redescubrirse constantemente; mantenerse vigente.
Para esto, la marca necesita rebelarse contra sus antiguas formas, sus tradiciones; cuestionar sus prácticas y decisiones. Estar en un estado constante de inconformidad y no establecer raíces con ningún método. Sorprender y sorprenderse.
A continuación, a manera de acróstico, veamos algunos aspectos a considerar para llevar a cabo ideas revolucionarias. El presente ejercicio no pretende establecer una “ley” o parámetro definitivo. El lector es libre agregar, sustituir o corregir cualquier variable mencionada:
Riesgo. La marca debe estar dispuesta a asumir riesgos calculados. La mayoría de las estrategias actuales se fundamentan en bases conocidas y caminos previamente recorridos. Una revolución demanda arriesgarse, enfrentar incertidumbres y saber ejecutar de inmediato acciones correctivas.
Las compañías tienden a tener éxito solo si prueban nuevas formas de construir que nadie más haya probado. En general, probar cosas nuevas en la vida es imprescindible para explorar todas las vías y tener una idea de lo que hay ahí afuera.
Experimentación. Fundamental práctica para descubrir nuevas formas de comunicación y vínculo con el consumidor. Una marca que no experimenta está destinada a la obsolescencia. Se encierra en una burbuja que no le permite explorar más allá de lo que siempre ha hecho. No es capaz de explotar sus posibilidades, innovar o destacarse de sus competidores.
La experimentación permite a las marcas ahorrar dinero. En lugar de sumergirse en un nuevo mercado con un gran gasto de recursos, la compañía puede limitar su exposición financiera en caso de que la estrategia no funcione. La experimentación permite a una empresa buscar más de una oportunidad para descubrir cuál tiene el mayor potencial. Nuevamente, debido a que la exposición financiera es limitada, le permite a una organización probar una estrategia que es completamente diferente a todo lo que ha hecho antes y conocer la reacción de sus clientes meta.
Valor. Cada esfuerzo de la marca debe representar valor para el consumidor. Las personas no compramos productos si no percibimos valor en él. Si una empresa se vuelve complaciente y no busca crear un nuevo valor para sus clientes, es probable que sus competidores comiencen a encontrar nuevas formas de satisfacer esas necesidades. Eventualmente, la empresa que no innova continuamente y no satisface las necesidades de sus clientes se volverá obsoleta.
Esta incapacidad para continuar agregando valor permitirá que otras empresas satisfagan mejor esas necesidades y adquieran una mayor participación de mercado.
Por lo tanto, una empresa siempre debe buscar agregar valor para sus clientes o, de otro modo, colapsará. Los proyectos, por lo tanto, se convierten en el sustento de un negocio viable.
Optimización. Una revolución no es sinónimo de despilfarro. Los recursos deben optimizarse y orientarse a las estrategias que generen más impacto y vinculación. La comunicación debe ser puntual, precisa y pertinente. La simplicidad es, sin duda, una variable fundamental a tomar en cuenta.
La optimización de recursos ayuda a las empresas a saber cuál es su posición a lo largo del tiempo. Le permite determinar cuáles son sus presupuestos y parámetros para proyectos futuros, de modo que controle la dirección en la que se mueve.
Tener una visión integral de dónde se encuentran nuestros recursos puede darnos una mejor idea de cómo manejar proyectos, oportunidades y desafíos futuros.
Love. La emoción motiva a las personas, pero hay muchas emociones diferentes que pueden impulsar el comportamiento. En parte, esta variación proviene de diferentes industrias. Una persona que navega por un blog de moda puede estar motivada por el miedo a perderse las últimas tendencias. No es probable que un ejecutivo que lee sobre las últimas innovaciones en IA esté buscando la última moda.
Cada mercado objetivo tendrá diferentes impulsos emocionales. Dediquemos algo de tiempo a pensar en lo que nuestros clientes potenciales realmente buscan cuando consumen nuestra marca. ¿Quieren estar emocionados? ¿Entretenidos? ¿Validados? ¿Inteligentes? ¿Comprendidos? Puede que no sea inmediatamente obvio lo que nuestros clientes quieren sentir, por lo que vale la pena tomarse el tiempo para pensar en ello.
La marca debe de crear un vínculo emocional sólido e insustituible. Una revolución no se lleva a cabo sin un número considerable de seguidores convencidos y enamorados de una idea.
Uniqueness. La marca debe convertirse en algo único; un símbolo representativo para el individuo que la consume y que colabora con la misma. A las personas nos gusta pensar que somos únicas, necesitamos productos que reafirmen ese sentir.
Una vez que comprendamos cuáles son nuestras fortalezas, nuestro trabajo es apoyarnos en lo que nos hace únicos. Hacer esto nos brindará el potencial para florecer.
Comprender nuestra singularidad es un proceso que requiere esfuerzo. Sin embargo, ser único en un nicho específico nos dará una gran ventaja en un mundo competitivo.
Caer y levantarse; una y otra, y otra vez.
Involucrar. La marca no puede hacer uso del monólogo en estos tiempos. El consumidor debe ser involucrado en cada esfuerzo y momento creado por ella. Es necesario un diálogo, una experiencia bilateral.
A los clientes les encanta cuando se escuchan sus voces. Como empresas, si no entregamos lo que el cliente quiere, no obtendremos los resultados requeridos en términos de ventas, dinero y reputación. Dar a los clientes exactamente lo que quieren, solo conducirá a cosas positivas, y solo podemos obtener un cliente satisfecho una vez que escuchemos lo que este quiere y lo cumplamos.
Optimismo. Tener éxito en los negocios es más que simplemente tener una gran idea y un buen modelo de negocios. También se trata de nutrir nuestro propio carácter para que podamos tener éxito en cualquier cosa que hagas. Esto es especialmente importante cuando tenemos una pequeña o mediana empresa, donde a menudo encuentramos que los directores y fundadores usamos múltiples ‘sombreros’, desempeñando una variedad de funciones laborales dentro de la empresa.
Una idea no puede progresar sin optimismo. Este es el principal combustible e inspiración para iniciar acciones y ejecutar estrategias. Es además, verdaderamente importante para ganar adeptos. El optimismo es el impulso que nos mantiene de pie haciendo que las cosas sucedan.
Al final del día, el pesimismo no nos llevará muy lejos. Si no creemos en lo que hacemos, ¿por qué lo hacemos? Podríamos renunciar, ¿verdad? Cuando nos demos cuenta de que el optimismo es realmente la única actitud sensata que podemos tener cuando se trata de negocios, nos daremos cuenta de lo importante que es practicar el pensamiento positivo, incluso cuando las cosas están mal.
¡No tener miedo! Y si lo tenemos, como dicen por ahí, hacerlo con miedo.
Colaboración de Hugo Cobos.